2 de octubre de 2010

Locura


Hace unos días que esta palabra viene dando vueltas por mi cabeza, entre mis dientes, escapada en la charla en un pasillo. Y con ella, todos sus derivados: loca, loco, normalidad, racional, demencia… ¡Con que liviandad usamos las palabras a veces!

Todos actuamos un poco locos de vez en cuando. Es decir, a veces una actitud es tomada por el otro como un acto de locura, mientras que para el actor, la reacción es la única aceptable en su universo de posibilidades.
Trato de entender algunas cosas, quizá empecé un poco mas tarde que el resto. Tal vez me duró demasiado la inocencia, la confianza a ciegas en la gente.
Y entre la locura y la razón, aparecen (eureka!) las ganas de defender mi pensamiento en vez de intentar conciliar (como siempre lo he hecho) restándole importancia a mi razonamiento. Aparecen las ganas de decir “hasta acá llego yo”. Y se siente bien. Es tomar las riendas, hacerse cargo.
Pero también es confuso. Y de pronto no entiendo nada… Se me hace difícil entender que las cosas no salen como lo imaginaba. No hay una sumatoria lógica: 1+1=2. Muchas veces no existe una reacción coherente, o por lo menos una que pueda llamarse racional.

No se puede “producir” la reacción del otro. Cuando sucede algo que no estaba planeado me desconcierto, mas aún cuando creo que conozco a ese otro y, al desconcierto, se le suma la decepción. Entonces, siento una especie de ambigüedad, unas ganas de quedarme o de irme y un gusto agridulce me llena la boca.

Y entonces, Cerati me susurra sus palabras-música-poesía: a veces, poder decir adiós es crecer.

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