Esta semana fue decepcionante en el trabajo y no sólo por
una situación externa y que no pude manejar, sino que de pronto me encontré ubicándome en ese eslabón que tanto desprecio: un engranaje más del sistema, a veces enfermo, en el que trato de no encajar….
Y como para mostrarme que no está bien hacerse problemas por nimiedades, que la vida es otra cosa y que no se puede
perder el tiempo discutiendo estupideces, el viernes recibí una noticia triste, muy triste: un compañero,
un laburante, un hombre encantador, trabajador y padre de familia se fue de
este mundo sin avisar. Y sin que nadie lo sospechara.
Su gran boca dibujará una sonrisota desde ese lugar donde
está ahora, su vozarrón reclamará los aplausos para festejar sus chistes y el
brillo de sus ojos claros quedará para siempre en el recuerdo de quienes lo
conocimos.
Gustavo Valenza, ha sido un honor que esta vida nos haya
cruzado aunque sea un rato para poder decir con orgullo y con dolor que se te
va a extrañar en este mundo!
Y que, confiando en el Señor, vas a ser un ángel custodio de
tu familia y tus amigos que tan doloridos están por tu inesperada partida.
He tenido momentos en que miro alrededor y soy una extraña. Como
si de pronto hubiera caído en este planeta como una “observadora”… Es como si
alquilara mi cuero, mi mente, como si no fuera yo…
Es que veo que hay todavía algunas heridas
que tratan de cicatrizar y con mi lengua a veces las abro, todavía no se con qué oscuro motivo…
Estoy transitando el momento que anhelaba hace mucho y sin
embargo una porción de mi trabaja en contra: atrae recuerdos dolorosos y
comentarios que sólo consiguen lastimarme…
Que suerte que estás más allá de eso, de mi propia espada-lengua!
Gracias a Dios que estás cerca para que no pueda hacerme
daño yo misma!
Mi alma se sobrepone y sonrie porque se ve en tus ojos!
Te quiero con el alma, aún callada.