12 de abril de 2010

Mago de domingo

Una tarde de domingo iba yo sentada muy oronda en mi burbuja , mirando como el sol, que entraba por la ventanilla del tren, calentaba mis piernas sobre las que se desparramaba el diario.
Pasaba la ciudad, ojos-de-videoclip-oídos-de-MP3, con sus gentes en las calles, con los niños que desaparecían veloces ante la marcha del gusano de hierro, con su fauna y su flora de primavera recién despierta…
En eso, y desde el pasillo, un par de manos hermosas hicieron desaparecer un pañuelito violeta ante mis ojos y los de todos los que estábamos en el vagón. Me arranqué los auriculares y emergí de la burbuja, casi violentamente.
Lo miré. Un señor alto, de cabello negro peinado en una trenza que poco tenía de femenina, iba y venía por el ínfimo espacio entre lo asientos, demostrando sus trucos, su habilidad manual y su verborragia. Hizo varios despliegues de su destreza en esos menesteres, con manchitas que aparecían y luego se iban de unos palitos encantados, sin que nadie supiera adónde iban a parar; con una cartera en la que guardaba una monedita para luego no encontrarla allí, desaparecía: tan parecida a mis bolsillos, ja! Y hasta una varita mágica con la que sacaba música de la agarraderas de los asientos…
Y todo esta exhibición, no era gratis: tenía un valor…
Una bolsa maravillosa hecha de papel de regalo que contenía nada más (y nada menos) que:
-“¡120 trucos de magia, 2 horas y media de diversión garantizada!”- cantaba a voz en cuello el mago/vendedor ambulante- “Explicaciones en un folleto íntegramente en castellano. Y todo esto por solamente: ¡1 peso!”
Y allí estaba yo, con mi mano extendida, dispuesta a ser dueña por tan vil precio, de los secretos de la gente que más fascina a grandes y chicos…
Y ahí quedé yo con mi moneda, brillando sobre mi mano. El mago/vendedor ambulante había estado vendiendo ilusiones desde muy temprano, y ya no le quedaban una bolsita de magia para mí y otros cuatro que nos debatíamos entre la desilusión y la vergüenza…
¡Que cerquita estuvo! ¡Que alegría encontrar en un viaje de rutina una situación, un momento que lo convirtió en algo para recordar y para compartir…
El próximo domingo intentaré tomar el tren a la misma hora…
Quien sabe…

(este es viejito, pero merecía estar en el Cuaderno!)

2 comentarios:

Anónimo dijo...

Realmente, ameritaba que estuviera aquí.
Brindo por encontrarnos siempre con manos gratas que nos sorprendan, con o sin pañuelitos violetas.
Me gustó mucho!!! (qué bueno que aquí si puedo emplear los signos)
Besos floreados

Turquesa

Vir dijo...

Turquesa, usté siempre tan linda!!!
Gracias por su aporte y a ver cuando se anima a escribir lo suyo, eh? Ya es tiempo.
Le dejo un besazo